El calcio es un elemento tremendamente común, 2000 veces más que el litio, que se encuentra en los huesos o en la creta, entre otras muchas fuentes. Según explica Palacín, “uno de los elementos más abundantes en la corteza terrestre. No se concentra en áreas geográficas específicas, como ocurre con el litio. Si la materia prima es barata, también las baterías pueden serlo”.
Un proyecto complementario desarrolla un almacén de energía flexible a partir de un ánodo de aluminio y un cátodo de azufre.
Desde que se descubrió la electricidad, los inventores se han afanado en buscar formas de almacenarla.
Las baterías no tardaron mucho en convertirse en la forma más habitual de conservar la energía por medios químicos, pero para lograr que fuesen portátiles o pudiesen recargarse, hicieron falta siglos de ajustes en las combinaciones elementales que culminaron en las baterías de las que dependen los dispositivos en la actualidad.
Las baterías de iones de litio, verdaderas protagonistas de esta era de dispositivos electrónicos portátiles. El litio resulta caro de extraer y peligroso de manipular, lo que a su vez dificulta su transformación y reciclaje.
Los datos de la UE reflejan que Europa necesitará hasta sesenta veces más litio en 2050 para satisfacer la demanda de baterías con las que equipar los vehículos eléctricos y almacenar
las energías renovables en las que se sustentan los objetivos de emisiones recogidos en el Pacto Verde Europeo.
Partiendo de esta premisa, investigadores como Rosa Palacín, del Instituto de Ciencias de los Materiales de Barcelona (ICMAB-CSIC), tratan de crear baterías con prestaciones similares empleando elementos más abundantes y disponibles en Europa.
Ella y su equipo, procedente de distintos países de la UE, se han propuesto construir un prototipo de batería basado en el calcio, cercano al litio en la tabla periódica.
Esta iniciativa se financia por medio de una beca EIC Pathfinder Open del Consejo Europeo de Innovación, y se ha bautizado como proyecto “Carbat”.